Inside.a.(blood)Bubble

Ya contaba con dos asesinatos en mi pared. Guillótica y Papá Noel. Habían pasado 42 días desde la última carnicería, la sed empezaba a sofocarme. Así que lo decidí: era hora de una nueva víctima. Y sabía muy bien quién era. La había conocido una semana atrás y desde el primer instante supe que acabaría con ella.
Me puse manos a las obras, tenía que juntar varios elementos y un pasaje al otro lado de la cordillera. A Santiago de Chile precisamente. Hice el inventario: cuchillo de supervivencia, guantes, pasaje, billetera, llaves de mi casa, mis manos. Estaba todo.
Unas cuantas horas más tarde me encontraba bajando del avión en Santiago de Chile. Por suerte la incompetencia de los oficiales de Ezeiza me permitió pasar mi cuchillo por aduana. Busqué en mi bolsillo la dirección que tenía anotada. La memoricé y me deshice del papel. Cuando llegué, ella no lo podía creer.

Inside.a.Bubble - Frank, viniste! No lo creía!
Frank – Ja, viste? Pero me prometiste llevarme a esos lugares y me convenciste, Inside.a.Bubble!
Inside.a.Bubble - Isa, dime Isa de ahora en más
Frank – Ok, Isa… Me invitás con un café? Estás sola?
Isa - Por supuesto! Pasa, pasa. Sí, estoy sola, ponte cómodo mientras preparo el café

Y se perdió en la cocina. Disfruté de un instante de paz antes de la faena… Recapacité: estaba seguro de lo que me proponía? Por supuesto. Ni lo dudé y me dirigí tras ella, con el cuchillo en la mano y los ojos encendidos. Ella me vio así y de un sobresalto derramó la jarra de café sobre el suelo.

Isa – Frank, qué haces?
Frank - …
Isa – Frank, no te me acerques con ese cuchillo… Por favor…

Vi sus intenciones antes que ella misma. Agarró una sartén y me la arrojó a la cabeza. La sangre corrió por mi frente, cálida, espesa. Sentía el aguijón del dolor, pero en lugar de detenerme me hacía querer avanzar más y más, concretar lo que me había propuesto. Salió corriendo. Divertido, la seguí caminando tranquilamente. Escuché que sus pasos apresurados se dirigían hacía el piso de arriba. Empecé a subir las escaleras. Cuando terminé de subir alcancé a ver que se encerraba en el baño. Me deslicé hasta la puerta.

Frank – Isa...! Isaaa...! Dónde estás?
Isa – Yaaa, hijo de puta! Vete, vete!!!
Frank – Jaja, sabés que eso no va a pasar...
Isa – Por qué? Por qué? Yo no te he hecho nada!
Frank – No… Pero ya te elegí, Isa… Vas a ver que no es tan terrible después de todo

Y pateé la puerta con todas mis fuerzas. Se abrió estrepitosamente. Cuando entré me encontré con una plancha en mi nariz. Caí al suelo dolorido, pero encendido. Ella corrió sorteando mi cuerpo tirado, pero la agarré de un tobillo y cayó pesadamente, sentí en mi mano cómo su tobillo se zafaba de su lugar. La solté. Quería seguir jugando. Se arrastró con dificultad, hasta logró ponerse en pie. Fue saltando hasta la habitación. Me incorporé y entré en el dormitorio. Cuando me quise dar cuenta, ella arremetía torpemente contra mí blandiendo un palo, no sé de qué. Me atacó furiosamente con él pero la tomé de las muñecas justo a tiempo. Un empujón bastó para dejarla boca arriba sobre la cama. Apreté bien el mango del cuchillo y apuñalé. La sangre brotó como de una fuente. Pero había fallado, el cuchillo atravesaba su mano derecha. Gritó, gritó y me maldijo. Sus forcejeos y su inútil pelea habían dejado su cuello descubierto. Sin pensarlo, poseído por la sed de sangre le apreté el cuello con las dos manos. Jadeos en búsqueda desesperada de aire. Espasmos musculares en todo el cuerpo. De repente, silencio, paz. Había terminado. Recuperé el cuchillo, lo limpié y me limpié la sangre de la ropa y de la cara. Bajé las escaleras. Salí de la casa. Miré el cielo y caminé hacia el aeropuerto.